El pase de Diego Valenzuela a La Libertad Avanza lo enreda en disputas ajenas y deja a sus votantes originales del PRO sin rumbo ni representación.
Hay veces en que el sistema democrático parece funcionar como una trampa para sus propios creyentes. Esta elección en Tres de Febrero será una de esas veces. Para miles de vecinos que acompañaron desde el comienzo a Diego Valenzuela como intendente del PRO, y que creyeron que una alternativa al kirchnerismo era posible sin caer en el delirio libertario, el presente los encuentra huérfanos. Sin representación genuina, sin referentes políticos propios, sin boleta.
El PRO, que fue un partido de gestión, identidad clara y republicanismo institucional, cedió a una mutación sin precedentes. El punto de inflexión fue el acuerdo con La Libertad Avanza, sellado a espaldas de su militancia y sus votantes. ¿Por qué Diego Valenzuela, alguna vez el emblema del modelo PRO en el conurbano, está ahora dispuesto a dejar la intendencia para ser senador provincial de La Libertad Avanza?
Este giro oportunista lo ubicó entre los dirigentes señalados por el propio Mauricio Macri como “comprados” por el oficialismo libertario. “Lamento que esa frase esté tan alejada de la realidad”, respondió Valenzuela, pero la integración dócil y sin condiciones del PRO en el armado de listas de Karina Milei terminó confirmando lo que el expresidente apenas insinuó.
Ese “armado”, por otro lado, tuvo algo de humillación. Con Karina Milei como principal lapicera del espacio y Sebastián Pareja como su ejecutor en el conurbano, la lógica fue una sola: ocupar cada centímetro político del PRO con dirigentes libertarios. Así, intendentes como Valenzuela fueron obligados a ceder espacios a figuras que se habían construido como sus opositores directos.
Al final, lo que recibe a cambio el votante tradicional del PRO es confusión. Y en el mismo cuarto oscuro donde antes buscaba orden, hoy encuentra oportunismo, internas y marketing. Porque esta elección también será escenario de una disputa feroz entre Karina Milei y Santiago Caputo, el asesor presidencial al que la hermana del presidente quiere desplazar apenas pasen los comicios.
Mientras tanto, se intenta disfrazar la fractura con frases destinadas a borrar la historia y la identidad. “El electorado de Juntos por el Cambio está integrado en el apoyo a Milei”, afirmó Valenzuela, como si no existiera matiz alguno, como si los votantes que lo apoyaron en 2015, 2019 y 2023 hubieran cambiado sus convicciones de un día para el otro.
El problema es que no las cambiaron. Fueron dejados atrás. Desplazados por una dirigencia que eligió la supervivencia personal por encima del sentido colectivo. Y que, a cambio de entrar en las listas de un nuevo oficialismo cada vez más cerrado, entregó sus banderas, sus formas y hasta sus municipios. Porque Tres de Febrero no solo pierde un intendente: gana un vacío. No hay proyecto local ni compromiso con los vecinos en una boleta escrita por otros, para intereses que no están en Caseros ni en Ciudadela, sino en las oficinas de Casa Rosada y en las planillas de encuestas online que definen candidaturas desde el centro.
El PRO no solo se mimetizó con La Libertad Avanza. Se dejó absorber. Hoy no puede hablar de identidad, ni de cambio. No puede explicarle a sus votantes por qué deberán elegir entre la continuidad de un modelo que no los representa o el salto al vacío del libertarismo que alguna vez criticaron.
La política como negocio personal, en consecuencia, terminó de corroer las bases de representación de un espacio que supo ser alternativa. La escena final de esta mutación se dibuja con resignación. La boleta del PRO ya no existe. Solo queda la de La Libertad Avanza. Pero los votantes siguen siendo los mismos. Esta vez, sin nadie que hable por ellos.