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Sociedad

Repartidores acorralados: la inseguridad desborda Hurlingham y Selci se esconde

9 julio, 2025

Entre protestas en las calles y vecinos que ya no aguantan más, la inseguridad arrasa Hurlingham y el intendente camporista Damián Selci calla.

Hace pocas horas, un grupo de repartidores se acercó hasta la sede del municipio de Hurlingham, en la calle Pedro Díaz 1710, para exigir una respuesta urgente al intendente Damián Selci. Cansados de los robos, los ataques a plena luz del día y la indiferencia oficial, intentaron formalizar su reclamo cara a cara. Pero Selci no los recibió y se escondió en el Centro Cultural Leopoldo Marechal. Una vez más, el intendente camporista eligió el silencio como respuesta ante el miedo cotidiano de quienes trabajan en la calle.

A pesar del cerco de silencio que el municipio intenta imponer desde hace meses, la movilización de los repartidores logró romper la burbuja. Eduardo Feinmann, en su programa en A24, fue una de las pocas voces dispuestas a escuchar el grito desesperado de quienes dicen, sin vueltas: “Nos afanan todos los días”.

La seguidilla de hechos violentos parece no tener freno y durante los últimos años los piquetes en protesta de los repartidores se multiplicaron en puntos neurálgicos como la Avenida Vergara, Pedro Díaz, Roca y Santa Ana. Las marchas ya no son hechos aislados: son la nueva rutina de un municipio fuera de control.

A la escalada de protestas se suman los cacerolazos vecinales, como el que se registró en febrero de este año. Desde entonces, la imagen de vecinos que salen a la calle con carteles en pleno centro de Hurlingham para visibilizar el abandono se repiten. “Queremos seguridad. No más zonas liberadas”, reclaman. En los portales locales, los títulos se repiten: “Cada vez son más las protestas contra la inseguridad”.

Hace pocos días, dos hermanos menores de edad fueron detenidos por la Policía en la calle Malaspina al 1400. Estaban acusados de robar a repartidores con una moto sustraída. No era la primera vez. Vecinos y trabajadores los identifican como parte de una banda que actúa con total impunidad, amparados por la inacción del Estado local.

La gestión de Damián Selci, construida con slogans de juventud militante y promesas de cercanía, se desmorona semana a semana. La inseguridad crónica, el abandono del espacio público y el colapso de la confianza ciudadana han dejado a Hurlingham a la intemperie. Hoy, Selci elige esconderse. Y en ese silencio, los repartidores siguen cayendo. Una postal del poder camporista cuando el territorio se le escapa de las manos.