Un diputado socialista y la esposa del mandatario bonaerense coincidieron en una lectura de Cometierra en el Centro Cultural Morán. La novela, cuestionada por su inclusión en bibliotecas escolares, se convirtió en el telón de fondo de una afinidad inesperada.
En el Centro Cultural Morán, donde se presentó Cometierra de Dolores Reyes, ocurrió algo más que una simple actividad cultural. Un diputado socialista —referente santafesino que siempre se mantuvo lejos del kirchnerismo— y la esposa del gobernador bonaerense, doctora en Letras, compartieron un espacio que terminó revelando algo más que un interés común por la literatura.
Durante el encuentro, la comunicación entre ambos fluyó con naturalidad. Conversaron en los pasillos antes de la lectura, intercambiaron impresiones sobre la novela y se los vio atentos a los comentarios del otro. Un testigo que estuvo en el auditorio aseguró: “Me sorprendió la buena sintonía. Parecía que se conocían de antes, había complicidad en los gestos y en la forma de escucharse”.
La novela elegida no es un detalle menor. Cometierra, publicada en 2019, narra la historia de Aylín, una adolescente del conurbano que, al ingerir tierra, logra conocer el destino de mujeres asesinadas o desaparecidas. Con un tono duro, aborda violencia de género, femicidios y desigualdad. Su circulación en escuelas bonaerenses, dentro de la colección Identidades Bonaerenses, despertó una fuerte polémica: el gobierno nacional, con la vicepresidenta Victoria Villarruel a la cabeza, cuestionó que estuviera disponible en bibliotecas escolares, señalando pasajes sexuales explícitos como “inapropiados” para adolescentes.
Desde la Provincia replicaron que el libro no es de lectura obligatoria, que se distribuye con un ejemplar por escuela y que su uso siempre debe estar mediado por docentes. El debate, sin embargo, convirtió a la novela en un símbolo político, con defensores y detractores multiplicando su visibilidad.
Ese contexto cargado de tensión fue el escenario donde se dio la coincidencia. Y aunque el diputado nunca formó parte del kirchnerismo, la escena de su diálogo con la pareja del gobernador funcionó como un gesto inesperado de afinidad. Un encuentro cultural que, inevitablemente, tuvo lectura política.
En un país donde los gestos pesan tanto como las palabras, Cometierra se transformó en algo más que una novela: en el puente literario que acercó a dos figuras de mundos distintos y que dejó, al menos por una noche, la sensación de que hay conversaciones que todavía no se cuentan en público.











